Las lagrimas salían de mis ojos inevitablemente una tras otra, el solo hecho de verme a mi mismo llorando cómo una niña rompía mi ser, y dejaba por el suelo mi hombría, mi masculinidad quebrada y de vuelta a llorar. Era una impotencia la de no poder contener mi llanto y el dolor en si que esto implica, que angustiaba mi pecho, me sofocaba al punto de querer gritar mi pena a todo el mundo, hacer público mi dolor, escupir el mal que tenía en la garganta y así, finalmente desahogarme.
Pero me conocía.
Me conocía casi desde el día que nací.
(Desde hace mucho tiempo)
sabía muy bien que no lo iba a hacer
que el hecho de contar lo que me estaba pasando era tomarme una gran licencia y una tregua a mi machismo. Y el sollozar como una magdalena era el ya no poseer dignidad con mi persona. Llorar con sangre mi dignidad. Con sangre y caca. ¡Gritando!...
…aunque fuera en silencio.
…aunque fuera a oscuras.
…aunque fuera sólo para mí…
…oculto de las miradas de las gentes, mi dignidad esta muerta… no, mejor dicho esta podrida!
(llanto)
…………
acomodo mi peluca y mi nariz
respiro profundamente
seco mis mejillas
trato de no correr mucha pintura…
y veo que todo pasó.
Me siento en una cajón, siento que todo quedo atrás, y realmente siento lo que pasó (jajaja, mucho mejor).
-“very well!”, exclamo en voz alta, mientras reacomodo mi peluca y con un pincel retoco el maquillaje, hago frente al espejo una mueca de risa y doy gracias a mi gran escudo que es esta narizota roja de payaso.
(aplausos)
0 comentarios:
Publicar un comentario